Otra
reforma laboral debe y puede ser posible. Lo único impensable es que alguien se
atreva a realizarla: Que quien la haya hecho, la pague
La
ecuación es bien simple: si les tocamos un poquito las narices a los millones
de desheredados es muy posible que no pase ná o casi ná… y no pasando ná no hay
de qué preocuparse. Protestarán, cacerolearán, silbando pitarán, pancartearán y
poco después, por imperiosa necesidad, a su casa se irán. -A fin de cuentas
sólo se trata de darles un tajico en
los costales. -Pero es que algunos ya no tienen chicha ni para una rebanada de
manteca. ¡Quite, quite, no será para tanto, hombre!
Lo
cierto es que ni uno ni cien mil ajustadores de la Seat propiciaron ni mantuvieron
esta crisis. Ni uno ni cien mil camareros de Venus o de Saturno comenzaron ni
aumentaron esta crisis. Ni uno ni cien mil médicos, maestros o administrativos
locales, autonómicos, estatales, idearon ni extendieron esta crisis.
Y sin
embargo a ellos y a nosotros (tenderos, hortelanos, autónomos, fontaneros,
publicistas, actrices, comerciales, amas de casa y amos de cosa, dependientes
en el más extenso término del mote) nos cayó encima con todo su descomunal peso
hasta convertirnos en lo que hoy somos: malos aprendices de Sísifo arribeando
(tirando p’arriba) la rueda inmensa del molino ajeno.
Y
tampoco es que fuéramos a pedir. Es que vinieron a pedirnos (a rogarnos, a
suplicarnos) que les pidiéramos. Y nosotros, tontos, incautos, no viéndola
venir, les pedimos que nos dieran y nos daban lo que pedir quisiéramos. Y un
poquito más, para cañas.
-¿Pa
qué te metes en pagar mil al mes si sólo ganas mil cien?
-¡Ellos
sabrán, que de cuentas saben más que yo! A mí también me llama mucho la
atención. Pero si no cambio ahora de coche o no me compro el bungaló en la
playa me van a tomar por tonto. O por raro, que es peor.
Es
curioso que los directamente culpables de la crisis vayan a salir de rositas de
la ruina que han creado. Los omnímodos banqueros (que no empleados de banca,
diferenciemos) que hacen y deshacen, estimulan y contraen a su antojo, ahora
colindo, ahora no colindo. Los multinacionales magos de la reinvención del
dinero virtual que galopa y corta el viento a velocidades siderales y sólo
desaparecido –en realidad nunca existió- deja un rastro de sangre humilde por
donde se supone que estuvo.
Y los políticos de altos vuelos (que no los
concejalillos de medio pelo, sigamos diferenciando) que debían haber vigilado y
no mirar para distinto lado en hábil y recompensada postura egipciaca; que
debían haber parado, mandado y templado y no tanto haber esperado (cacofonía
que mucho se merecen).
Que
digo yo que… a lo mejor… usted perdone… y disimule si de algún modo le ofendo
¡vamos! Que si se aplicara un impuesto especial transitorio sobre el 50% de los
presumibles beneficios de la banca mundial para el trienio 2012-2014
destinándolo todo, a partes iguales, a líneas de crédito empresarial, proyectos
generadores de empleo y partidas sociales a lo mejor se estimularía el consumo,
moderado eso sí, el toma y daca, el produce y compra. El del dinero real
respaldado por una Reserva real. Va a ser mucho pedir. Y a lo peor tampoco
funciona.
Y
es que yo nada entiendo de macroeconomía (macropalabreja que los macropolíticos
usan con pertinaz macrofrecuencia para macroengañar a los microorganismos como
usted y como yo) ¡Pues va a ser que sí, que anda usted muy verde! ¡Menudo
disparate! -No, si yo más bien lo digo por echar unas risas. –Pues no está la
cosa para ir de gracioso. Ahora todos hemos de conducirnos con rigor y cautela,
caballerete. -¡Anda pijo, ahora! ¿Y
antes no?
Porque
lo que, seguro, no funciona, es aplicar criterios calcados de Hoover y sus
secuaces (no de J. Edgar, no. Del presi coetáneo del 29, ese del crack poético
y defenestrable que perdida una bolsa hizo perder miles de vidas; qué jodidos
los magnates que luego aluego de
aquello sellaron sus ventanas impracticables con cristal blindado del 9
parabellum) constriñendo el consumo al mínimo, echando así a la calle a
millones de obreros que nada tenían que hacer porque nada se vendía ni
compraba, retirando los préstamos hasta acabar con la economía de todo un país,
Alemania, entregándolo al poco en las dulces y amorosas manos de Hitler,
Goeebels y compañía, hasta proponer el plato único en la mesa de los humildes, carretera
y manta. Uno de cada cien malditos se asomó a la ventana. Uno de cada tres enanitos
fue arrojado al precipicio de la nada.
Y ahora, ochenta años después, henos aquí de nuevo comiendo el plato único de las uvas… de la ira. Aquí, desde ayer (2008), sólo hay paz para los malvados porque la nuestra, de tan domesticada, es una voz dormida, ese es el destino y no otro de los millones como nosotros; como yo, que no tengo más patrimonio que mis hijos y la piel que habito. Per sêcula seculorum.
J.L. Vergara, concejal de CCCi