jueves, 23 de febrero de 2012

Los justos pagarán la deuda de los pecadores ¡faltaría más!


Otra reforma laboral debe y puede ser posible. Lo único impensable es que alguien se atreva a realizarla: Que quien la haya hecho, la pague

 La ecuación es bien simple: si les tocamos un poquito las narices a los millones de desheredados es muy posible que no pase ná o casi ná… y no pasando ná no hay de qué preocuparse. Protestarán, cacerolearán, silbando pitarán, pancartearán y poco después, por imperiosa necesidad, a su casa se irán. -A fin de cuentas sólo se trata de darles un tajico en los costales. -Pero es que algunos ya no tienen chicha ni para una rebanada de manteca. ¡Quite, quite, no será para tanto, hombre!

Lo cierto es que ni uno ni cien mil ajustadores de la Seat propiciaron ni mantuvieron esta crisis. Ni uno ni cien mil camareros de Venus o de Saturno comenzaron ni aumentaron esta crisis. Ni uno ni cien mil médicos, maestros o administrativos locales, autonómicos, estatales, idearon ni extendieron esta crisis. 

Y sin embargo a ellos y a nosotros (tenderos, hortelanos, autónomos, fontaneros, publicistas, actrices, comerciales, amas de casa y amos de cosa, dependientes en el más extenso término del mote) nos cayó encima con todo su descomunal peso hasta convertirnos en lo que hoy somos: malos aprendices de Sísifo arribeando (tirando p’arriba) la rueda inmensa del molino ajeno.

Y tampoco es que fuéramos a pedir. Es que vinieron a pedirnos (a rogarnos, a suplicarnos) que les pidiéramos. Y nosotros, tontos, incautos, no viéndola venir, les pedimos que nos dieran y nos daban lo que pedir quisiéramos. Y un poquito más, para cañas.
-¿Pa qué te metes en pagar mil al mes si sólo ganas mil cien?

-¡Ellos sabrán, que de cuentas saben más que yo! A mí también me llama mucho la atención. Pero si no cambio ahora de coche o no me compro el bungaló en la playa me van a tomar por tonto. O por raro, que es peor.

Es curioso que los directamente culpables de la crisis vayan a salir de rositas de la ruina que han creado. Los omnímodos banqueros (que no empleados de banca, diferenciemos) que hacen y deshacen, estimulan y contraen a su antojo, ahora colindo, ahora no colindo. Los multinacionales magos de la reinvención del dinero virtual que galopa y corta el viento a velocidades siderales y sólo desaparecido –en realidad nunca existió- deja un rastro de sangre humilde por donde se supone que estuvo. 

Y los políticos de altos vuelos (que no los concejalillos de medio pelo, sigamos diferenciando) que debían haber vigilado y no mirar para distinto lado en hábil y recompensada postura egipciaca; que debían haber parado, mandado y templado y no tanto haber esperado (cacofonía que mucho se merecen).

Que digo yo que… a lo mejor… usted perdone… y disimule si de algún modo le ofendo ¡vamos! Que si se aplicara un impuesto especial transitorio sobre el 50% de los presumibles beneficios de la banca mundial para el trienio 2012-2014 destinándolo todo, a partes iguales, a líneas de crédito empresarial, proyectos generadores de empleo y partidas sociales a lo mejor se estimularía el consumo, moderado eso sí, el toma y daca, el produce y compra. El del dinero real respaldado por una Reserva real. Va a ser mucho pedir. Y a lo peor tampoco funciona.

Y es que yo nada entiendo de macroeconomía (macropalabreja que los macropolíticos usan con pertinaz macrofrecuencia para macroengañar a los microorganismos como usted y como yo) ¡Pues va a ser que sí, que anda usted muy verde! ¡Menudo disparate! -No, si yo más bien lo digo por echar unas risas. –Pues no está la cosa para ir de gracioso. Ahora todos hemos de conducirnos con rigor y cautela, caballerete. -¡Anda pijo, ahora! ¿Y antes no?

Porque lo que, seguro, no funciona, es aplicar criterios calcados de Hoover y sus secuaces (no de J. Edgar, no. Del presi coetáneo del 29, ese del crack poético y defenestrable que perdida una bolsa hizo perder miles de vidas; qué jodidos los magnates que luego aluego de aquello sellaron sus ventanas impracticables con cristal blindado del 9 parabellum) constriñendo el consumo al mínimo, echando así a la calle a millones de obreros que nada tenían que hacer porque nada se vendía ni compraba, retirando los préstamos hasta acabar con la economía de todo un país, Alemania, entregándolo al poco en las dulces y amorosas manos de Hitler, Goeebels y compañía, hasta proponer el plato único en la mesa de los humildes, carretera y manta. Uno de cada cien malditos se asomó a la ventana. Uno de cada tres enanitos fue arrojado al precipicio de la nada.

Y ahora, ochenta años después, henos aquí de nuevo comiendo el plato único de las uvas… de la ira. Aquí, desde ayer (2008), sólo hay paz para los malvados porque la nuestra, de tan domesticada, es una voz dormida, ese es el destino y no otro de los millones como nosotros; como yo, que no tengo más patrimonio que mis hijos y la piel que habito. Per sêcula seculorum. 

J.L. Vergara, concejal de CCCi