viernes, 6 de junio de 2014

Abdicación del Rey: Postura personal del secretario general de CCCi y concejal, José Luis Vergara.

“Es justo y tienen derecho –en cuanto a representante de un millar de ustedes- a reclamar mi visión personal sobre el inminente relevo del Jefe del Estado.

“Vaya por delante que tiene poca enjundia, para valorar en términos de excelente, buena, regular o mala la labor de un concejal de pueblo (que otra cosa no soy) su allanamiento, defensa o rechazo de la prevista sucesión en dicha función.

“Otros son los parámetros, a mi modo de ver, que avalarían mi valía y grado en mi actual condición de representante municipal. Bien pudiera ser que yo (o cualquiera de los veintiuno que conformamos el plenario ciezano) profesando adscripción a un sistema u otro resultáramos igual de útiles (o de inútiles) en el cabal servicio a los intereses y mejor razón de Cieza y los ciezanos. Sí, estimo, puesto que el nuestro se declara como un Estado social y democrático de derecho (art. 1.1) que a todos los munícipes es exigible un comportamiento y respeto coincidente con esa declaración inicial. La fórmula del cese o renuncia a ese principio básico también está contemplada en el texto constitucional.

“No obstante yo, ni renuncio de esa declaración, ni deseo involución o revolución alguna que atente o afrente ese pilar básico que sostiene la certeza de la convivencia nacional. Añado que a nadie debe sorprender que siendo yo uno de los tres redactores de los Estatutos de Ciudadanos Centristas Ciezanos me mantenga firme en su defensa, tanto por principio legal como por convicción. Otra cosa no podría entenderse y sería más producto de una esquizofrenia social o tibia conveniencia. Esquizofrenia o tibieza que no creo sean atributos que se me puedan suponer.

“He de hacerme una pregunta bien sencilla para resumir mi postura ante los hechos de primera magnitud que actualmente se dan en mi patria: ¿Qué es mejor para España hoy, en 2014, y en el inmediato futuro? La respuesta es inmediata, tan emocional como racional, lo mejor es la sucesión prevista en el texto constitucional y que mi nación continúe siendo una monarquía parlamentaria donde al Jefe del Estado se le confiere la primordial tarea de representación institucional del conjunto de los ciudadanos, de sus pueblos y sus tierras. Labor de arbitrio, neutralidad  y reunión de todos.

“Si el Jefe del Estado tuviera entre sus atribuciones las ejecutivas tangan por seguro que mi posición sería otra. Si gozara de una libérrima posición para subvertir o menguar el sistema democrático o las condiciones y aspiraciones de una vida digna de los españoles, sería otra. Si, mediante conducta de suficiente alcance, por calidad o reiteración en la misma, pudiera perjudicar la imagen institucional de España, entre nos y ante el resto de países, mi posición sería otra.

“Lo que muchos desconocen, me temo, es que lo impreso en la Constitución establece un reparto de poderes y tareas suficiente como para que en la práctica sea casi imposible una conducta maléfica, sectaria o netamente perjudicial por parte del Rey. Incluso siendo éste quién sea. La Soberanía Nacional, residente en el pueblo español y ejercida a través del Parlamento, se ha dotado de suficientes resortes y herramientas como para asegurar que esto sea así.

“La composición y tendencia a lo diferencial de mi país, la recurrencia a las disputas fratricidas, la facilidad de renuencia a la solidaridad y generosidad de las tierras más ricas con las más pobres, me conduce inexorablemente a defender que un Rey (o Reina), por ser de nadie es de todos (o por mejor decir: por poder y querer ser de todos es de nadie a un tiempo, significando esto que no es más de unos que de otros).

“Tengo al actual rey, Juan Carlos I, por el más Austria de todos los Borbones (venga esto a explicar que no sólo ha respetado escrupulosamente, si no que ha propiciado con su conducta y valor, la reunión y concordia de las diferentes y diferenciadas tierras hispanas). A otros puede caber el dudoso honor de haberlas puesto en conflicto. Estimo que ha servido a mi país con larga generosidad, esfuerzo, y excepcional utilidad. Considero que si pudiera concentrarse su reinado en un día habría de concederle veintitrés horas y media de luz y apenas treinta minutos de sombra. Se me hace imposible hallar (y crean que me afano en ello) un mejor Jefe del Estado español para el periodo 1978/2014. 

Las sombras de su reinado, escasas, tardías y debidas en buena parte a terceras personas, no me restan un ápice para decir, con absoluta tranquilidad de conciencia, que no encuentro ningún otro que pudiera haberlo hecho, no ya mejor, sino ni siquiera igual de bien. Caben otras opiniones, por supuesto, pero con la mía convergen personalidades tan diversas como la sra. Zambrano (viuda de Azaña) o los sres. Garaicoechea, Tarradellas, Suárez, Tierno Galván y Clavero Arévalo (cada uno en su tiempo).

“Pretender que en una vida larga, 76 años, el Rey no tuviera ningún desacierto me parece tan pueril como ridículo. Y a más semeja una ingratitud intolerable cuando en otros dignatarios se disculpan errores de mayor calibre y asiduidad. Pareciera que algunos colocan el embudo de la medida por el lado ancho para unos y el saliente estrecho para otros movidos simplemente –triste argumento- por filias y fobias primarias. ¿Qué porcentaje de acierto y error es de justicia aplicar?... hallado éste cada cual aplíqueselo a sus representantes y a sí mismo.

“Tengo fundadas esperanzas (nacidas éstas a partes iguales de lo emotivo y lo racional) en quien pronto habrá de llamarse Felipe VI. No tanto por ser hijo de Juan Carlos I y nieto de don Juan, conde de Barcelona, pero también. Mi esperanza viene dada por el aprecio, respeto y amistad que suscita su persona en América (íbera y anglosajona), el mundo árabe y Europa. Por su gran conocimiento de las tierras y las gentes de España y por la empatía que me produce su persona pública (gestual y discursiva).

“Bien es cierto que se trata de un punto de partida, pero con menos mimbres se han elaborado cestos de  mayor capacidad. Acepto que pueda preguntárseme dentro de seis o siete años si mi anhelo se ha visto colmado o frustrado. Pero no hoy, no ahora, no para esto. Pues son mayores los riesgos de errar que de acertar, y flaco el favor que a mi patria se le hace en este momento cuando son otras las cuestiones magnas sobre las que debemos operar.

“Ni uno solo, ni uno solo de los graves problemas que acucian a España y los españoles (paro, salarios de supervivencia, frustración laboral, sistema educativo imprevisible, reducción asistencial, corrupción político-económica-bancaria, desafección territorial…) mejorarán merced a la instauración de un sistema republicano. 

De todos ellos sólo la posible –y quizá previsible- corrupción económica de terceros araña lateralmente al Jefe del Estado y a su sucesor (por yerno y por cuñado de); en cuanto a esto la receta es bien fácil: hágase justicia y cúmplase la ley. Sepamos y entendamos que la resolución de los problemas que señalo entre paréntesis está obligada a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, en mayor y menor grado. Y que un Jefe del Estado republicano, con funciones semejantes a las actuales, elegido por votación-fracción difícilmente habrá de ayudar a ello. Por contra tanto en las tensiones territoriales y en la imagen representativa, neutral y global de España podemos salir perdiendo. Honradamente lo pienso así.

“Finalmente, como apunte pragmático  y si quieren con algo de retranca y diversión he de añadir que se me abren las carnes y los pelos semejan escarpias sólo de pensar en una posible futura elección de Presidente de la República entre los señores Aznar y González… ¿a usted no? Ambos tuvieron sus errores y aciertos al frente del poder ejecutivo pero a ninguno veo como aglutinador neutral de la soberanía nacional en su conjunto. Y esa es la función reservada al Jefe del Estado en las condiciones constitucionales vigentes. No otra.
                                                      
   José Luis Vergara Giménez, 6 de junio de 2014.

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